Dilema ético/ La columna J

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Estimado lector de LJA.MX, con el gusto de nuevamente saludarle, en esta ocasión los alumnos de la EBC han tomado esta Columna J, para plasmar una reflexión sobre su dilema ético, el cual es parte de su calificación, pero sobre todo es una oportunidad de expresar su sentir sobre la materia que llevamos los martes y los jueves. Sin duda alguna el fomentar este tipo de ejercicios con los jóvenes es algo extraordinario, aunado a que son un grupo dinámico, enérgico y retórico, a continuación, le refiero sus comentarios;

La Economía mundial hoy en día, representa una práctica muy apegada al frenesí humano de consumir más, producir más, y sin duda, controlar más; mismos pensamientos a los que tanto aludía Octavio Paz en su discurso previo a recibir el premio Cervantes.

Vivimos en un mundo donde el orden social y económico derivado de la propiedad privada y el usufructo de ella, es prácticamente la conceptualización que más define al capitalismo, ese que todos los días practicamos y al que tanto le hemos atribuido nuestra personalidad, usos y costumbres. Sin embargo, económicamente se nos va la vida pensando más en la estabilidad de otros, que realmente enfocarnos en una economía de felicidad personal.

Es evidente que los monopolios en México son una de las grandes razones de la gran debilitación a la economía nacional, ya que no permite nuevos competidores, y como resultado tenemos claramente el enriquecimiento de un pequeño segmento de la sociedad. Desfavoreciendo a la competencia económica ya que no permite que los agentes económicos participen en el mercado a falta de la competitividad entre las empresas y agentes económicos.

Desde remotas edades nos enseñan a competir, tratar de ser mejor que el sujeto a lado nuestro, pero nunca nos enseñan a perder, de cierta manera la educación en México nos prepara para encajar en un sistema capitalista el cual tiende a orientar a eliminar al otro, contrario sensu ser él eliminado. Es ahí donde entra la disyuntiva del crecimiento personal si no existiera alguien con quien rivalizar por qué habría que crecer.

A nuestra generación nos toca una transición sobre el concepto general de economía, no hablo de la teoría o el estudio de este si no de la percepción que obtenemos si no somos expertos, las redes sociales y el exceso de información viciada a un objetivo lucrativo de unos cuantos, y el hambre de crecimiento económico de otros ha causado múltiples estafas y negocios sin pies ni cabeza, me atrevo a decir que provoca esta fiebre “emprendedora”.

Mis papás me dijeron atrévete, lo hice y me regañaron; la universidad me dijo fracasa y aprenderás, lo hice y me dieron la espalda; me dijeron ponte a trabajar, lo hice y me vi atrapado en un sistema victimario de la juventud. Si eres joven y tienes esa espinita de hacer algo con un fin económico yo te digo que lo hagas, pero trata de tener muy en claro si esa hambre viene de ti o de algo externo que consumiste.

¿Es la competencia económica una realidad o un mito en nuestro país? ¿hacia dónde va y qué es lo que en realidad se promueve? Son dudas que a menudo me surgen. ¿Qué es la competencia económica? además de ser una tradicional definición tal como la es, “la concurrencia de la oferta y la demanda, en la que una demanda mayor hará que los productores inviertan en producir y una oferta mayor afectará a los precios; donde las empresas operan para obtener los mayores beneficios en un entorno de libre competencia”, según Adam Smith.

Hoy en día estamos más inmersos en esta supuesta competencia económica, pues si bien en nuestro país existe la COFECE, órgano autónomo a quien nuestra Constitución Política en el artículo 28 le otorga facultades y atribuciones para vigilar, promover y garantizar la competencia y libre concurrencia en el país, con el objetivo de que los mercados funcionen de manera efectiva a beneficio de los consumidores, prohibiendo así los monopolios, pero, ¿cuáles son las oportunidades que como individuos “comunes y corrientes” tenemos? No solo basta que se plasme formalmente esta prohibición o atribuciones en nuestras leyes cuando nos encontramos en un país con políticas que no promueven las inversiones salvo para sectores privilegiados, que ponen trabas y pocos o nulos apoyos para ser parte de un sector del comercio competitivo, donde nos encontramos ante una utopía inalcanzable, porque si, en México “están prohibidos los monopolios”, pero hay lagunas jurídicas que siguen permitiendo que esto suceda a base de “estrategias”.

Ser “emprendedor” es lo de hoy, en un país carente de verdaderas oportunidades y competencia que nos beneficien tanto a los productores, como a los consumidores, toda vez que los precios de mercado están en manos de unos cuantos, es por ello por lo que, en el objetivo de “apoyar la economía local” y debilitar a los gigantes, nos tomamos tan en serio el emprendimiento que suele estar en manos de nuestros amigos y conocidos, que por ello aceptamos pagar $100 pesos por una bolsa de panditas con tajín.

El mundo cambia con los ejemplos nos con las palabras, gracias por ser alumnos ejemplos, las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran, ya se vislumbra un futuro luminoso para todos y todas ustedes estimados alumnos.

Ellos son los autores de esta columna: María del Pilar Antúnez Gutiérrez, Claudio Azul Bañuelos Jurado, Katherine González González, Emiliano Guel Guzmán, Luis Diego Hernández Trejo, Leonardo Enrique Palacios Muñoz, Carlos Sinoe Rodríguez Medina, Bryan Manuel Sandoval Dávila.

In silentio mei verba, la palabra es poder.

Autor: Roberto Ahumada