El despertar de la filosofía 4ta parte/ La columna J

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Estimado lector de LJA.MX con este texto culmino el presente ensayo sobre filosofía, le agradezco en demasía que cada semana se de tiempo para leer mis palabras. Es inevitable cuestionarse cuándo fue que las cosas que rodean la vida de los humanos tienen un verdadero sentido, expreso que no es la vana curiosidad lo que alardea la posibilidad que se pueda aspirar al orden y al progreso, sino la firme convicción y la capacidad de adaptación que los seres humanos deben de tener.

La búsqueda de la felicidad va más allá de la revolución agrícola, que fue en donde el sentido existencialista comenzó a tomar nuevos clisés, antes no se podía acumular, ahora primeramente se debe de producir para posteriormente distribuir y consumir, de manera absurda en alguna parte de ese proceso se encuentra ese concepto tan anhelado que se busca llamado “felicidad”, ese modo tan subversivo que se tiene en las décadas actuales, y no me refiero al sentido metafórico existencialista de Camus, o de Sartre o de Kierkegaard, hago referencia a una línea de conciencia para definir lo que es real y lo que es impuesto, porque cada decisión que se toma es una alternativa filosófica de seguir la elección de una camino.

No es estatismo y es el dinamismo que tiene la vida y el progreso al cual se puede aspirar.

Emmanuelle Felice expresa en su libro “Historia económica de la felicidad” que los seres humanos han tomado una manera dinámica y casi absoluta de dirigir su acciones, esfuerzos y pensamientos a la posibilidad de alcanzar la felicidad, no obstante, esa digresión del tiempo que se ha plasmado de las primeras agrupaciones humanos tiene que ver con el alcance de un parámetro impuesto comúnmente como un dogma, no como una definición personal, es parte del atributo social, cabe mencionar las filosofías se han difuminado en la últimas décadas, ante esta especie de Kali yugo, se está comenzado a tener un devenir. Debe de existir un sentido que funja como luz. (Felice, 2021).

Aparentemente los días actuales están sosegados como un ensayo de la ceguera y en una vinculación absoluta con el mito de Sísifo, la sociedad se ha mecanizado a tal extremo que las convicciones de la vida se han postrado de manera endeble.

Es necesario volver a caminar, tomar la referencia de Kant, de Aristóteles, de sus peripatéticos para volver a interaccionar con la materia, con el mundo, con los animales, es volver al encuentro con uno mismo, el ser humano se ha deshumanizado, es menester volver a lo básico, a la esperanza, a los cuestionamientos eternos que llevan a la coincidencia, las pantallas son máscaras de la realidad, la filosofía aplicada nos lleva a la intimidad y al contexto de poder ser, hacer y tener.

 

 El desánimo y la ignorancia son enemigos naturales del ser humano, el manejo de emociones es categórico es este mundo globalizado, es menester jerarquizar la vida y lo que es importante, no es que sea moda, ni sea tendencia, es lo verosímil, la angustia puede ser erradicada, pero mejor aún puede ser controlada.

El nuevo despertar de la filosofía puede fungir para quitar la venda que no permite ver lo que sucede; tal vez el posmodernismo ha impuesto una venda en los ojos de las personas, tal vez los ojos han sido saciados por los clisés grises que dejan en desprovisto los alcances de la conciencia. En qué momento dejamos de ver que estamos viviendo en el holocausto de los animales, en qué momento se perdió la sensibilidad para ver que estamos devorando a los árboles, para construir casas en junglas de concreto, en qué momento perdimos de vista que la queja no es propuesta y que la democracia de nuestro país está en límite de la diatriba que separa a la demagogia.

Nuestras son las ventanas que permiten ver los primeros detalles de la realidad, pero las percepciones no son realidades, ver no es lo mismo que mirar, mirar no es lo mismo que observar, y observar no es lo mismo que entender, tal y como mencionaba José Saramago “”La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”. “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay, los escritores viven de la infelicidad del mundo”” (Saramago, 2022)

Sin importar lo que pase, estaremos existiendo, todo en esta vida tiene perspectivas distintas, es parte de la construcción de la humanidad, cada devenir y cada despertar tiene impactos distintos. Ciertamente existe un ambiente cárdeno y gris que nos envuelve y nos atrapa, en tanto que es menester salir a ver de nuevo las estrellas.

En este abrir y cerrar de ojos el ser humano se debe de permitir la congruencia, se debe exigir la trascendencia en los parámetros que el mismo ponga, se debe escribir y filosofar, para volver a soñar, para volver a sentir, para volver al encuentro con uno mismo, sin olvidar a ese niño que nos dio su sonrisa en un espejo, o a ese adulto que en algún momento fue paralizado por el miedo. Las horas más oscuras son aquellas que nos arrebatan los sentidos.

La filosofía aplica tiene un nuevo despertar, en medio de las catarsis sociales y la guerra de la economía, ahí tiene alcances en la esperanza, en lo inefable, en lo único atributo loable del humano, el pensamiento en toda su categoría. En los círculos concéntricos del entendimiento, ahí existirá la virtud de quien la ha decidido buscar y encontrar.

El nuevo despertar de la filosofía nos lleva a la reflexión, nos lleva a un encuentro, nos separa del mundo dogmático y nos acerca a la esencia, toda introspección requiere de valor en demasía, en muchas ocasiones volteamos a las estrellas y al sol tratando de encontrar lo que está dentro de nosotros mismos, la búsqueda es destino, pero encontrarnos es arte.

In silentio mei verba, la palabra es poder.

Autor: Roberto Ahumada